viernes, abril 20, 2007

Roles para La Eneida


Queridos alumnos de Tercero Medio Humanista, este es el listado de personajes que deben representar para la evaluación I parte de La Eneida de Virgilio.

1. Vicente Alti= Anquises

2. Yànquele Arèvalo= Turno

3. Javiera Cea= Lavinia

4. Danilo Dìaz =Evandro

5. Pablo Erràzuriz= Eneas

6. Solange Flores= Camila

7. Caterina Foppiano= Dido

8. Felipe Herrera= Mezencio

9. Ismael Hormazabal= Palante

10. Nelson Jira= Aquemènides

11.Conztanza Marticorena= Venus

12. Pablo Molina= Niso

13. Sofìa Morales= Juno

14. Mònica Piña= Andròmaca

15. Joanna Valenzuela= Sibila De Cumas

16. Felipe Vergara= Palinuro

17. Claudio Zelada= Jùpiter

18. Cristian Fierro= Sinòn

19. Raimundo Bravo=Rey latino


Por favor, avisen a sus compañeros de esta lista, para que se preparen. Recuerden 3 a 5 minutos de exposiciòn de cada personaje con su respectiva indumentaria. Busquen màs datos en internet.

miércoles, abril 18, 2007

De vuelta

Cuesta darse un tiempo despuès de las vacaciones para iniciar la escritura. Pero todo a su tiempo. Ahora hay mucho trabajo en el colegio, pero escribir es un gran alivio para el espìritu. Porlo tanto, siempre hay un espacio para aquello que nos atrae. Es cuestiòn de buena voluntad y darse a la tarea de compartir experiencias y algo de poesìa. Les regalo este texto que escribì para la revista Presencia.


Parábola del hombre muerto

Esta es la historia de un hombre muerto.
Vivía en una cueva simulando un gran palacio.
En él colgaban murciélagos, alondras y sobre sus altas murallas unas pinturas gigantescas adornaban tétricamente el ala derecha del corredor central.
El hombre muerto salía a cazar y tomaba sus alimentos no sólo de la naturaleza, sino también del amasijo putrefacto que bajaba de sus jardines interiores. Esta mixtura recogía los desperdicios que él mismo desechaba diariamente.
El hombre muerto se creía vivo, pero no sentía las manos ni el vapor de su boca.
Por las mañanas bajaba a bañarse al río y su rostro no reverberaba como lo hacían los zorzales y los lagartos. En esa ocasión dudaba. Dudaba de sí mismo y de su propia existencia.
En esa situación constante e incómoda, el hombre muerto optó por sentirse realmente vivo.
Al principio no le fue fácil, porque la adhesión a su estilo de vida se le imponía férreamente. Entonces volvió a la cueva, abrió el portón y dejó entrar la luz salpicada de insectos. Apagó el televisor, sacó los baúles atiborrados de antigüedades y objetos inútiles y lanzó las llaves de su coche último modelo sobre la piscina temperada.
Ahora sí estaba más vivo que nunca.
Inhaló y sintió que el aire le hería los pulmones y que millones de años se concentraban en un solo gran instante.
Comenzó a caminar por un sendero repleto de abedules.
El sol se reflejaba en sus pupilas.